jueves, enero 15, 2009

Haroldo Conti

"... Hacía un par de días que el cielo estaba cubierto y de vez en cuando lloviznaba. Sobre el río se podían apreciar los distintos tonos de grises, en cambio entre los edificios, sobre la ciudad, el gris del cielo o lo que fuera, podía pasar muy bien por otra pared. Después de mirar un rato hacia el horizonte a uno le brotaba de adentro una especie de congoja, no algo triste exactamente sino un deseo incierto, como si debiera hacer otra cosa o estar en otra parte o echar a andar sin volver la cabeza..."
Alrededor de la jaula, 1966

Fragmentos de un reportaje de 1975, un año antes de que que la intolerancia irrumpiera para siempre en su casa, de la mano de unos diez hombres pertenecientes al Batallón 601 de Inteligencia del Ejército Argentino.

–¿Le hace feliz escribir?
–En absoluto. Es un gran dolor, un gran esfuerzo, inclusive físico. Me crea problemas personales, de relación; me vuelvo huraño, fastidioso. Escribo porque no tengo más remedio. Escribo o me muero. Es como estar embarazado, supongo. Después uno pare y se acabó. Se siente mejor, más aliviado.

–A lo largo de su oficio se habrá preguntado muchas veces para qué sirve escribir.
–Por supuesto. Uno se pregunta si no es una tarea inútil la nuestra, eso de escribir fatigosamente, de atornillarse a una silla sin saber si vamos a trascender ese acto individual y llegar a un público. A veces ocurre que las ganas de escribir son como una enfermedad y uno escribe para curarse. He dicho muchas veces que yo no escribo la Historia sino las historias de las gentes, de los hombres concretos. Escribo para rescatar hechos, para rescatarme a mí mismo. Podría decirles más: creo que toda mi obra es una obsesiva lucha contra el tiempo, contra el olvido de los seres y las cosas. Uno siente que envejece, que se va y quiere que algunas cosas, de alguna manera, permanezcan. Es una cuestión, diríamos, metafísica, y determina todo lo que escribo.

Haroldo Conti (1925-1976)

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