jueves, abril 11, 2013

Algunos chicos lloran, y patalean



Robert se aferraba al micrófono. Detrás, la banda, inmutable, empujaba la música contra el frío, hacía los corazones. La nieve bajaba en cámara lenta y en el jardín todo se había vuelto blanco. Y por encima del blanco había un manto de pereza, el agobio de las tardes sin sol. Sonaba Pictures of you, y el cantante se movía delicadamente, como si en cualquier momento fuese a resquebrajarse.
Yo observaba. Quería guardar todo, tallarlo en mi cerebro…
La melodía parecía llegar de puertos lejanos, en pequeñas olas. Las palabras sonaban frágiles, hipnóticas, y yo me sentía como luego de un largo viaje, de regreso a la infancia. La canción era una caricia en la frente, me costaba mantener los ojos abiertos… 
Cuando el tema finalizaba, Robert notó mi presencia. Frenó la música y comenzó a insultar. Gritaba como si lo estuvieran prendiendo fuego. Se tomaba la cabeza y se tiraba del pelo. Los asistentes se acercaron y, con toda paciencia, le explicaron que yo no tenía nada que ver con el periodismo ni con… No le importó. Me ordenó que saliera inmediatamente del ensayo y me preguntó, casi llorando, qué clase de músico creía que era él. Me dijo que no era uno de esos artistas que dejan entrar a cualquiera en sus sueños, y que esa canción, para él, era un sueño.
Yo sólo quería escuchar. No me interesaba hablarle, sacar fotos, ni mucho menos un autógrafo. Me fui sin decir nada, tratando de forzar cierta lógica, algo que no arruinara el recuerdo. 
Cuando desperté, no supe si había estado en un videoclip o dentro del sueño del  líder de The Cure.
Como fuese, lo único que espero es no volver a encontrármelo, ya sea despierto o soñando en alguna de sus canciones.
MV