martes, octubre 29, 2013

LAS 10 MEJORES CANCIONES DE ROCK NACIONAL PARA PEGARSE EL CORCHAZO



Aviso Legal: post no apto para ser leído y/o escuchado un domingo al atardecer.

10. “La despedida”, Fito Páez: Hace rato le perdí el rastro a Rodolfo, pero esta canción (que es más tango que rock) cada tanto tengo que escucharla. Para mí, una de las más logradas del novio de Julia Mengolini (Duro de Domar, Canal 9)

9. “Heroína”, Sumo. Luca en inglés y con coro, cantándole a su verdadero amor.



8. “Starosta el idiota”, Pescado Rabioso. De Artaud, uno de los mejores discos de rock nacional. Spinetta endiablado.  


7. “Té para 3”, Soda Stereo. Lo tengo entre los mejores cinco temas del trío. Cerati despidiéndose de su padre, en su momento, me dio mucha pena. Y ahora más.


6. “Son las 9”, Andrés Calamaro. Una hermosa canción dentro de un disco doble lleno de grandes canciones: Honestidad Brutal y, agregaría, autocompasión.     


5. “Tal vez mañana brille el sol”, Jaf. Tema ideal para todo aquel que no tolera la idea de pasar otro invierno junto a Manuela Soledad. 


4. “Desconfío de la vida”, Pappo. Blues del desencanto, de lo que pudo haber sido. Después de “Juntos a la par”, el tema que más me gusta del ex Riff.


3. “Dime quién me lo robó”, Sui Generis. Angustia adolescente en clave rivotril. Miedos y dudas. Quiero quedarme en casa con mis papis, pero no da, me gustan mucho la birra y las namis.


2. “Viernes 3AM”, Serú Girán. Canción de “los que no pueden más” por excelencia. “Cierras los ojos y ves / todo el mar en primavera…” Belleza & destrucción. Romanticismo de alto vuelo. Charly inspiradísimo e inspirador: gracias a esta canción quise ser poeta… y terminé siendo contador.   



1. “Era en abril”, Baglietto/Garré. Principios de los 80. La trova rosarina. Más que una canción, es una experiencia de vida. Terminás de escucharla y sabés que no hay vuelta atrás: Mike Tayson compró un lote en tu cerebro, y piensa construir. 
 MV

lunes, octubre 21, 2013

Crónica: Fiesta del ataque ochentoso



El viernes fui a la Fiesta del Ataque Ochentoso, la que organiza “Basta de todo” cada tanto. Era mi debut. No saqué fotos porque creí que eso de revivir los 80 era estricto, y que el celular atentaría contra el ambiente de época. Por supuesto, después comprobé que había casi tantos aparatitos como personas, la mayoría ocupada en registrar “momentos”, en lugar de vivirlos. De todas formas, cada uno hace de su vida un pito (o un smartphone), lo único que pido es que tengan cuidado, todavía tengo el chichón por el celular que a alguien se le escapó al estirar el brazo hacia arriba, intentando sacar una foto artística, desde lo alto.
Hacía mucho que no iba a un boliche, y me pareció que lo de la puerta fue un milagro: no tuve que rogar ni hacer fila para entrar. A fines de los 80, cuando empecé a ir a bailar, tampoco era VIP ni amigo de, pero vivía esperando en la vereda; a veces cagado de frío;  a veces desesperado porque la entrada era en pareja y no conocía ninguna chica; y a veces sin ninguna esperanza, seguro de que el grandote de la puerta iba a decirme: “pelo largo”, “está lleno” o cualquier otro sinónimo de “su ruta”. 






La música fue espectacular, un verdadero viaje en el tiempo. La banda de sonido de una época muy linda y muy cuida-parlantes de mi vida. Un tema bueno trás otro. Por momentos saltábamos como en un recital.
De entrada nomás, estaban pasando Soda. Después sonarían temas de Micheal Jackson, Bowie, Depeche, Erasure, Cetú Javú, New Order y muchos más, como el que dice “Como vez, vez, te digo que te digo que te vengas…” o “Wacha, for bisnes, ders nou wey aut…” En gran parte, todo dentro de esa etiqueta llamada "Tecno", muy resistida cuando apareció.


Sólo una sección no me gustó, la del Dj Nosécuánto, que pasó temas en un ritmo muy distinto a las versiones originales.
Perla negra: la cantidad de gente. Llenaron el Palacio Alsina hasta reventar. ¿Me decapitaste con el precio de la entrada y no inluiste ni una consumicióno? Ok, entonces, por lo menos, no me trates como ganado… No sé, quizás dieron muchas entradas de regalo. Quizás pecaron de codicia. Quizás estoy viejo e intolerante. Quizás, a la hora de hacer el cálculo, no tuvieron en cuenta que nuestras panzas y tetas ocupan más espacio que en los 80. Lo cierto fue que estuve toda la noche braceando en un mar de gente, pidiendo permiso, pasando mi traspiración por la transpiración ajena y, muchas veces, empujando como en el subte a la hora pico.

Si ir de un lado a otro era complicado, quedarse en un mismo lugar, bailando, era imposible.
En un momento, junto a mis amigos encontramos un lugar libre para bailar, pero cerca nuestro aparecieron unos tipos con trajes luminosos de robot, disparando unas pistolas láser desde arriba de sancos, y todos se le fueron encima a sacar fotos. No pueden ser tan pelotudos, quise gritarles con odio, pero no pude porque me sentí más pelotudo que ellos.


¿Edades? La mayoría de treinta y cuarenta, algunos veinteañeros y unos  pocos de más de cincuenta.
“Basta de todo” lo escuché cinco o seis veces en mi vida, y quizá por eso no terminé de entender el fenómeno. Los miembros del programa tomaban el micrófono y se presentaban unos a otros como si fueran una banda de rock. Lo más loco era que la gente aplaudía, gritaba y se abalanzaba como si fueran los Stones. Matías Martin, Jagger. Cabito, Keith Richards… y así. La mayoría del tiempo, creo, lo hacían como joda, conscientes de la parodia, pero a veces el rockstar se los comía.
Los tipos estaban un par de metros arriba del nivel de la masa, dentro de una inmensa cabina de disc jockey. Desde allí arengaban, hacían morisquetas y la gente deliraba y se agolpaba como en la primera fila de un recital. Si Diego Ripoll, o algún otro, decía algo, la música pasaba a tercer plano. Aunque estuviera sonando un temazo, todos entraban en estado hipnótico. Lo mismo cuando arriba, desde alguno de los balcones VIP, se asomaba alguna celebridad: ¿Charly García? Frío ¿Messi? Muy frío ¿El Papa? No, Andy Kusnetzoff. 
En otro momento, hubo una especie de llamado a licitación para besar a Rafa (según me explicaron, el columnista/personaje cómico del programa gracias a la falta de algún que otro jugador). Una rubia levantó la mano, subió al estrado, le metió la lengua hasta el esófago y después lo abrazó como si estuvieran por casarse… Una locura. Algún día espero entenderla, o sentirla. Por lo pronto, ya me puse a escuchar el programa y, apenas tenga la oportunidad, voy a llamar para participar de alguna consigna y darme a conocer: quizás el Rafa está por renunciar…
MV


sábado, octubre 19, 2013

Mi kinesióloga y yo



Mi kinesióloga me tiene confundido. Habla como argentina, toma mate como uruguaya, canta Montaner como venezolana, me recibe como italiana y me despacha como islandesa.
Desde el primer día –tres sesiones atrás– ella sola instaló el doble beso en nuestra relación. Lo raro es que sólo lo aplica en el saludo de llegada (la partida es un simple “chau” de lejos), y lo más raro es la técnica: frunce los ojos y la boca hasta que casi desaparecen de la cara, y se perfila tanto que, en lugar de ofrecer la mejilla, te da la oreja. Un segundo después, en el entretiempo, pensás que corrige la trayectoria del segundo tiro… pero paf, aro y oreja otra vez. Ahora acompañados de un mechón de pelo. Ya sé dónde termino con esto y me parece injusto: no da ir a la psicóloga para hablar de la kinesióloga.

MV