jueves, octubre 01, 2015

Eden (película) y un poema de Robert Creeley



El finde fui al cine. Vi Edén, una peli francesa que cuenta las peripecias de un DJ que empieza su carrera en los albores de la música electrónica, durante los primeros 90, y continúa hasta estos días. El protagonista y su compañero forman Cheers, y se mantienen fieles a su estilo hasta las últimas consecuencias. En paralelo, y a modo de contraste, cada tanto aparecen los Daft Punk, que surgieron al mismo tiempo, tocando en los mismos clubes parisinos.

Los DJ, y la música electrónica en general, no me interesan, pero la peli me dejó pensando.
Una vez leí que tener ambición para lo que no se tiene talento, es un crimen. ¿Pero qué pasa cuando tenés talento para aquello que ya a nadie le interesa? ¿Y la suerte, qué papel juega? ¿Hasta cuándo insistir? ¿Hasta dónde dedicarle la vida? ¿Cuál es la diferencia entre el terco y el luchador incansable?    


Supongo que la respuesta, si es que la hay, es injusta y sale en el diario del lunes, o se esconde en este poema, que alguien lee en la película:

Un ritmo

Todo es un ritmo,
desde el cerrarse
de una puerta, hasta el abrirse
de una ventana.

Las estaciones, la luz
del sol, la luna,
los océanos, el crecimiento
de las cosas,
la mente de los hombres,
íntima, volviendo a ellos
de nuevo,
creyendo que el final

no es el final, volviendo
atrás el tiempo,
ellos muertos pero
con alguien por llegar.

Si estoy muerto en la muerte,
en la vida también
me muero, me muero...
Y las mujeres lloran y se mueren.

Los chicos crecen
hasta ser solo viejos.
El pasto se seca,
la potencia se va.

Pero se encuentra con otra
que vuelve, oh no la mía,
no la mía, y
a su tiempo muere.

El ritmo que se proyecta
desde sí mismo continúa
doblegándolo todo con su fuerza
desde la ventana hasta la puerta
desde el techo hasta el piso,
luz al abrirse,
oscuridad al cerrarse.

Robert Creeley