viernes, noviembre 28, 2014

Un topo en el superclásico







El miércoles a la noche, en cable, vi un programa que hablaba de la tolerancia al dolor y de cómo aumentarla. Copado con la idea, esa misma noche puse la nueva ficción de Facundo Arana y soporté seis minutos. El doble de mi último intento con Polka.  
A la mañana siguiente, apenas me levanté, fui al baño y continué el experimento con el enjuague bucal. Me lo dejé en la boca más de ciento veinte segundos, hasta que empezaron a lagrimearme los ojos, y mi lengua se convirtió en una goma flácida, inflamada, hípersensible: como si un enjambre de avispas practicaran tiro al blanco ahí dentro.
Pero no me achiqué.
A la noche redoblé mi plan de autoflagelación. Apalancado por la oportunidad de asistir a mi primer superclásico, fui a la cancha para ver perder a mi equipo, rodeado de 50.000 hinchas de River, todos totalmente sacados, gritándome al oído como si en mi frente hubiera un cartel que dijera: “soy bostero, aturdime”.
No poder putear del dolor, aumenta el dolor, está comprobado. Lo dice Natgeo y lo garantizo yo: El Rey del sufrimiento al pedo.

viernes, noviembre 14, 2014

Otro jueves cobarde



Ayer a la noche, como todos los jueves, salí de casa para ir a jugar al fútbol con mis amigos. Cuando estaba llegando, me di cuenta de que sería imposible. No había luz en toda la zona. Me acerqué a la puerta del club y estaba cerrado. Eso significaba, además de no fútbol, no bañarse, no quedarse a cenar, no volver a casa después de medianoche.
A medida que fueron llegando los demás, surgieron propuestas: “¿Y si vamos a tomar unas cervezas?”, dijo uno, y otro agregó: “Dale, mejor no, bah, no sé…” Otro comentó: “Una cosa importante: si vamos a volver cada uno a su casa, antes avisemos a nuestras esposas, no vaya a ser que…” Risas. Risas y más oscuridad. Me miré la ropa, me olí y dije: “así vestido como estoy, y encima con el ungüento que me pasé por las gambas, no puedo entrar ni a la Rural”. Me subí al auto y emprendí el regreso. Cuando pasé por la Plaza Devoto me volví a mirar, me dije “sos un lechón” y frené. Corrí 4.800 metros, elongué, y volví a casa dos horas antes de lo habitual. Kary estaba sola pero ya había comido. Pedí una pizza, me bañé, y mientras miraba el partido de River, comí siete porciones. Yo solo, sin ayuda, en diez minutos: la mitad del tiempo que el estómago tarda en avisarle al cerebro que está lleno, y el cuádruple de calorías que acababa de quemar una hora antes, al borde del desmayo.
MV

miércoles, noviembre 05, 2014

Día de la independencia

 

Mi inconsciente es lento, no se da cuenta de nada. Hoy se cumplen tres años desde que me fui de un trabajo en el que estuve doce años, y todavía sueño que sigo ahí, transpirando hielo, mientras esquivo y piso minas estratégicamente enterradas bajo la alfombra.

lunes, noviembre 03, 2014

Una especie de Adiós a la Vegas

Ayer vi una película en la que el protagonista pierde el trabajo por su adicción al alcohol, y cuando va a su casa se encuentra que todas sus pertenencias están desparramadas en el jardín de entrada. Como si fuera poco, no puede entrar porque antes de abandonarlo, su mujer cambió las cerraduras. Entonces decide quedarse a vivir ahí afuera, tomando cerveza y regalando todas sus cosas.
La peli se llama Everthing Must Go, está basada en un cuento de Raymond Carver, y termina con este hermoso tema. Escrito por Bob Dylan e interpretado por The Band.