sábado, junio 19, 2010

Viernes 1:57 AM, en el cumpleaños de un ex amigo


Hubo un momento en que cambié de táctica. Pasé a la defensiva y no puedo determinar cuándo. De soñar con emborracharme, dispararle a las mujeres más hermosas, recorrer el mundo y escribir cicatrices con forma de poemas, terminé en la cajita feliz de los 14 días libres al año, obra social, siesta los domingos y ninguna discusión con mi jefe o mi mujer.
Doy vueltas por la casa, me cuelo en los pequeños grupos, picoteo de las conversaciones. En este último tiempo aprendí a hablar sin decir nada. Pienso en los grandes autores, algunos dicen que los años nos hacen sabios. Otros, que nos vuelven cobardes, descerebrados.
Me parece que las cosas van perdiendo el encanto hasta convertirse en lo que son: sueños mal inflados, anécdotas gastadas, fotos de lugares a los que volvemos sin haber visitado.
Memoricé el manual de lo que debe hacerse a cada edad, fui de la primera línea hasta la retaguardia, canjeé la intensidad por la calma, pero lo que duele es seguir aturdido. Es que se me mezcla el ruido de las discotecas con el de los cochecitos y los sonajeros. Algo sucedió en el medio, me digo, y entonces te aviso que voy al baño y me escapo al jardín, un poco mareado.
Camino solo. Es tarde. Todo el tiempo busco estados que, apenas alcanzo, desaparecen. ¿Dónde nació esta nada? ¿Quién la sembró? ¿Cómo éramos cuando creíamos que teníamos lo que teníamos? ¿Miedo al futuro es lo mismo que nostalgia? ¿El sendero de la rutina conduce al palacio de la frustración? El olor a pasto mojado se mezcla con la inocencia y el entusiasmo de viejos veranos. Pienso en nosotros, en nuestras posibilidades. Te someto a juicios viciados de dramatismo. Te llevo por los pasillos de la memoria y te fiscalizo en el recuerdo de los amigos caídos, en las últimas palabras antes de que nos devoraran todos esos “sí, mi amor”, “sí, jefe”.
MV