La semana pasada,
en la cena de fin de año del laburo, sobre el final de la noche me encontré al
Hombre de Sistemas: un pibe al que yo imaginaba más o menos de mi misma edad, y
con quien sólo había tratado un par de veces, ya que ambos somos “externos”; simulamos
que trabajamos al igual que el resto, pero lo hacemos desde fuera de la
oficina.
Nos saludamos, y
las copas previas de cada uno por su cuenta nos hicieron entrar rápido en confianza;
chistes y chicanas futboleras en honor al estadio de River, erguido justo al
otro lado de la avenida.
Mientras mirábamos
cómo delante nuestro se desarrollaba el bailongo, nos dimos cuenta de que los
mozos ya no servían más bebidas, y ahí mismo formamos una especie de sociedad
cuya principal actividad sería conseguir otra botella de tinto. Una vez que la
tuvimos, chocamos las copas y yo casi digo: “Siempre hay un momento real para
brindar…”, pero en ese instante empezó a sonar un tema bastante conocido de
fines de los 70 (Rapper's Delight), y todos los que estábamos ahí nos pusimos a
cantar, tararear o mover un poco los pies, excepto el Hombre de Sistemas.
Lo miré como si
estuviéramos protagonizando una película de espías, y le pregunté:
–¿Conocés este
tema?
Esperaba que me
respondiera, “Obvio, pero es una garcha”, o “¿Qué te importa, gilún?”, pero en
cambio se encogió de hombros y dijo:
–No me suena.
Entonces, con el
tono más banana y detestable que soy capaz de escenificar, me escuché
contestarle:
–¿Pero vo´dónde
estuviste en los 80?
–Nací en el 84
–me devolvió mecánicamente, sin dejar de mirar el horizonte bailable, y sentí
que todo se venía abajo: el Monumental, la complicidad, lo retro, la cultura
pop, la noche, la sociedad vitivinícola, la clave de acceso mental a cualquier
software... Todo, absolutamente todo por los putos diez años que yo llevaba vividos
en 1984.
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