miércoles, julio 14, 2010

Por no lanerpo a tiempo (Crónica de una eliminación)

Diego tiene que seguir. Lo digo de corazón, más allá de que me elija, o no, para que lo siga acompañando.
Nos hicimos amigos en el 94, preparándonos para el Mundial. La vez que Fito Páez y Andrés Calamaro fueron a la concentración a dedicarle un tema, yo lo acompañé a pedirle permiso al Coco para salir un rato, y estuve todo el tiempo detrás de cámaras, congelándome. Cuando en medio de la nota Diego dijo: “Muchachos, metámosle pata que hace un fresquete bárbaro”, supe que íbamos a ser grandes amigos… Lo que no supe fue que catorce años más tarde íbamos a estar serruchándole el piso justo al Coco.
No entiendo a los que se quejan de la selección. Seguro que son los mismos que se quejan del país. No ven que la Argentina es una tierra de oportunidades. Yo, por ejemplo, hasta hace poco laburaba de amigote, y ahora soy Técnico de la Selección. Llegué al Mundial sin títulos ni experiencia, y formé parte del primer seleccionado de la historia que jugó sin volantes ni marcadores de punta. Si eso no es crecer, entonces los argentinos somos todos cuarto-finalistas de alma.
Se hizo todo lo que estuvo a nuestro alcance, y más. No fue fácil. La prensa, los rivales, las lesiones, los compromisos, y sobre todo juntarnos a la noche, tomarnos de la mano entre los tres y rezarle a Dalma, Gianina, la Tota, Benjamín y todos los santos.
Lo más difícil de ser técnico fue dirigirlo a Diego. Los jugadores respondían de maravilla. Con él se nos complicó. Para distraerlo y poder laburar tranquilos, el Negro y yo teníamos que picarlo. Le decíamos: “Diego ¿¿escuchaste lo que dijeron Platini y el vende patria de Lavolpe??”, “¡Diego, el grone Pelé volvió a hablar. Ubicalo!”, “¡Diego, la pelota que puso el mafioso de Blatter es un globo!”, “¡Diego, hay que llorar más, nos están dando nada más que un gol en offside por partido!”, “Diego, Toti Pasman declaró que ya se cansó de tenerla adentro”, “Diego, los periodistas necesitan que les des clases de italiano”… Entonces, mientras él iba y se peleaba con todo el mundo, el Negro y yo armábamos el equipo.
Todo perfecto, hasta que en una conferencia de prensa un tipo lo rozó para acomodar el micrófono. Ahí él se calentó en el sentido más cachondo de la palabra. “Mejor no me toqués mucho que hace días no veo a mi novia”, le dijo. Quince minutos después tuvimos que llevarlo a “lanerpo”, como le gusta decir. Recurrimos a un cabarulo porque la novia no estaba… y porque Claudia nos sacó cagando. En realidad la novia estaba, pero indispuesta, y todos saben que Diego odia el chorizo a la pomarola.
La negra que le llevamos lo puso a tope. Se echó dos al hilo y, en lugar de volver a la concentración, quiso quedarse un rato. Encendió un habano y en diez minutos se clavó tres whiskys. Entonces empezó con la arenga: “¡El que no moja es un inglés!”, gritaba. A mí me llevó aparte y me dijo: “Mancu, si ninguna de estas hembras te gusta sos Andrea Boccelli”. Al que le llevaba la contra, lo acusaba de debutar con un pibe. Hasta el cabezón Ruggeri y el Chino Tapia se engancharon. Fue muy emotivo. Terminamos todos en bolas, revoleando la ropa y cantando abrazados: “QUE VAMO´ A SALIR CAMPEONES COMO EN EL 86…”
Como comentó Diego después: esa noche el pasado nos cortó las piernas.
El Mancu


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