lunes, noviembre 17, 2008

Siempre es medianoche

El primer libro que leí de Hanif Kureishi fue El buda de los suburbios (1990), primera novela, ambientada en la época que va desde fines de los 70 hasta principios de los 80. Resumiendo: un joven inglés de padre indio, trata de abrirse camino en la vida adulta y siente desprecio por su barrio –las afueras de Londres–, por su origen y por la recién adquirida espiritualidad de su padre. Hay ironía, sexo, referencias pop y muchas cosas más que hicieron que no pudiera soltar el libro.
Después me prestaron Intimidad, novela que cuenta la historia de una separación, y también me pareció excelente. Y eso me llevó a ver la película del mismo nombre, que comienza dónde el libro termina. Y eso me llevó a querer seguir leyendo los otros libros pero choqué. Es que Kureishi, por lo menos en Argentina, tiene un problema y se llama Anagrama, la editorial. Los libros son carísimos y es casi imposible conseguirlos de segunda mano (vendanlos, ¡canutos!). Hace poco, en una librería de usados, divisé Siempre es medianoche y me abalancé. No me equivoqué. Se trata de diez relatos. Unos mejores que otros. Algunos excelentes, como: “Cuatro sillas azules”, “El paraguas”, “Chupando piedras”, “Siempre es medianoche”, y “Desconocidos cuando nos encontramos”. Abajo, fragmentos de éste último:

“La última mujer con la que viví acabó siendo únicamente mi amiga; a la relación le faltaba velocidad y futuro. Mi vida tiende al estancamiento, tal como Florence reconoce”.

“Siempre me ha resultado difícil romper con mis orígenes del sur de Londres. Los tipos con los que crecí eran duros y gritones, y alardeaban de su incultura y tosquedad. Estaban convencidos de que la agresión era la mejor arma. Al abandonar la escuela, se convertían en maleantes y ladrones. Cuando cumplían veintitantos y tenían hijos, se reorientaban profesionalmente hacia la venta de coches, la construcción o la “seguridad”. Seguían acudiendo a partidos de fútbol, bebían como cosacos y perseguían sueños adolescentes, unas quimeras a las que se habían hecho adictos”.

“Sólo más tarde Florence me ha enseñado que un parte del éxito reside entre otras cosas en tener la habilidad de soportar la envidia y el rechazo”.

“Las personas enferman cuando no llevan la vida que deberían llevar”.

“Dijo… que si sentíamos deseos, impulsos interiores, destruíamos lo que habíamos creado y volvíamos a empezar una vida nueva. Pero eso producía consecuencias serias. Esa palabra me ha rondado por la cabeza toda la noche. Consecuencias. No he sido capaz de seguir esos impulsos de los que habla. He intentado apartar todo eso de mi pensamiento, pero no he podido. Me persigue esa imagen… de meter un montón de cosas en una maleta que no se puede cerrar, que resulta demasiado pequeña. Ésa es mi visa. Si viviese según lo que pienso… mi vida se derrumbaría…”

Siempre es medianoche, Hanif Kureishi

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