martes, febrero 09, 2010

Para no olvidar

Hace siglos que no festejo mi cumpleaños, hace años que vengo pateando mi casamiento, y cada vez que se promueve alguna reunión masiva, trato de que no se haga en mi casa. Adelante, pueden acusarme de egoísta, desagradecido, cómodo o lo que sea, pero lo cierto es que cuánto más gente hay, menos paciencia tengo. A pesar de ello, a veces me dejo vencer por alguien o, peor, por mí mismo. Es que me asaltan extraños impulsos, ciertos arrebatos, una curiosa combinación entre buena onda, amnesia y generosidad, que no logro reprimir a tiempo.
Este año, en lugar de veranear en la costa, alquilé una casa quinta, y no tuve mejor idea que enviar un mail a mis amigos, invitándolos a pasar el día. Lo único que les pedí, encarecidamente, era que me contestaran, y que dentro de lo posible lo hicieran con tiempo, había que calcular: asado, chupi, merienda, de nuevo chupi, y cena. Como conozco sus estrategias, para evitar recriminaciones y absurdas excusas, envié el mensaje con 14 días de anticipación, incluyendo planos, explicaciones, números telefónicos titulares y suplentes. A pesar de ello, por supuesto, hubo gente (¿dije gente?) que estaba en la ciudad y que jamás contestó. Hubo otros que me respondieron: “dejame ver, después te confirmo”, y jamás volvieron a comunicarse. No faltaron los rompe cálculo que confirmaron quince minutos antes, ni tampoco los otros, los que apenas se enteraron respondieron: “estoy a full”, y jamás aparecieron. Pero lo que me enfermó fue el frenesí, la catarata de llamados, mensajes, comentarios y consultas de los días previos: “¿Y si en lugar de Panamericana tomo Acceso Oeste?”. “¿Puedo llevar a mi sobrino?”. “No te ofendas, pero no me depilé y no me da ir así. ¡Otra vez será!”. “¿Qué onda la parte del plano en la que pusiste: pasan por una zona de casas de chapa?”. “¿Hay calentador?”. “¿La pileta es profunda?”. “¿Llevo cartas o paletas?”. “¿Si está nublado qué hacemos?”. “¿Contaste a Juanchi con la novia?”. “¿Te jode si llevo la pistola de aire comprimido?”. “Si no nace Marcia, voy seguro”. “Cumplió Fabio, ¿le compramos regalo?”. “¿Tenés idea si hay kartings por la zona?”. “Llevo las bebidas, pero el hielo que lo lleve otro. En este grupo hay gente que nunca hace nada”…
Primero pensé en pedirle a mi chica que, si alguna vez se me vuelve a ocurrir algo así, me aplique electroshock. Pero entonces recordé la alegría y las felicitaciones que obtuve de ella apenas envié el mail, saqué cuentas y llegué a la conclusión de que el ochenta por ciento de las veces que caí en estas trampas (infinitas reuniones de fin de año, agasajos, cenas, despedidas de gente que sólo había visto en fotos…) fue gracias a los empujoncitos que me da la inquieta vida social de ella.
Por eso empecé a escribir esto. Y por eso lo termino ahora: NUNCA MÁS ORGANIZO NADA, CARAJO. Y que me parta un rayo.
Ya está, ahora me falta imprimirlo y calcármelo en la frente.
MV

1 comentario:

Viento en Contra dijo...

Así no se puede... muy gracioso.
Fernando