Soy un gordo reprimido. Cuando estoy de visita en la casa de alguien,
salvo que los anfitriones y demás invitados sean de mucha confianza,
tengo prohibido mojar las medialunas (o lo que sea) en el café con
leche. Tampoco se me permite, porque “es más asqueroso todavía”,
utilizar el sistema alternativo: morder un pedazo, retenerlo en la boca,
darle un trago al café con leche y recién ahí empezar a moldear eso que
en las clases de biología llamaban bolo alimenticio.
No sé si es de mal gusto o no, pero en varios cumpleaños me salvó de la muerte por asfixia.
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