Sigo con los
picos de sueño.
Anoche soñé que
mi mujer y yo estábamos en el cumpleaños de uno de sus compañeros de teatro. De
pronto, de la nada, a la hora en que la sangre se medía en daikiris, se armaba
el juego de la botellita y, si ó sí, tenías que participar. La onda era ponerse
en círculo, darle cuerda al cadáver de Federico de Alvear y chuponearse con
alguien del sexo opuesto, el que te tocara. La gente se moría de risa y yo, de
sólo imaginarla a ella, me enfermaba. Cada vez que el envase giraba, yo ponía
el grito en el cielo, pero ni los vecinos de arriba se hacían cargo… Hasta que
me metí en el medio, agarré la botella, la alcé como una antorcha y cuando se
quedaron todos mudos, dije: no sé a quién voy a darle un beso, pero sé a quién
voy a partirle la cabeza.
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