El viernes fui a la Fiesta del Ataque Ochentoso, la que organiza “Basta de todo” cada tanto. Era mi debut. No saqué fotos porque creí que eso de revivir los 80 era estricto, y que
el celular atentaría contra el ambiente de época. Por supuesto, después
comprobé que había casi tantos aparatitos como personas, la mayoría ocupada en registrar
“momentos”, en lugar de vivirlos. De todas formas, cada uno hace de su vida un
pito (o un smartphone), lo único que pido es que tengan cuidado, todavía tengo el
chichón por el celular que a alguien se le escapó al estirar el brazo hacia
arriba, intentando sacar una foto artística, desde lo alto.
Hacía mucho que
no iba a un boliche, y me pareció que lo de la puerta fue un milagro: no tuve
que rogar ni hacer fila para entrar. A fines de los 80, cuando empecé a ir a
bailar, tampoco era VIP ni amigo de, pero vivía esperando en la vereda; a veces
cagado de frío; a veces desesperado
porque la entrada era en pareja y no conocía ninguna chica; y a veces sin
ninguna esperanza, seguro de que el grandote de la puerta iba a decirme: “pelo
largo”, “está lleno” o cualquier otro sinónimo de “su ruta”.
La música fue
espectacular, un verdadero viaje en el tiempo. La banda de sonido de una época
muy linda y muy cuida-parlantes de mi vida. Un tema bueno trás otro. Por
momentos saltábamos como en un recital.
De entrada
nomás, estaban pasando Soda. Después sonarían temas de Micheal Jackson, Bowie,
Depeche, Erasure, Cetú Javú, New Order y muchos más, como el que dice “Como
vez, vez, te digo que te digo que te vengas…” o “Wacha, for bisnes, ders nou
wey aut…” En gran parte, todo dentro de esa etiqueta llamada "Tecno", muy resistida cuando apareció.
Sólo una
sección no me gustó, la del Dj Nosécuánto, que pasó temas en un ritmo muy distinto a
las versiones originales.
Perla negra: la
cantidad de gente. Llenaron el Palacio Alsina hasta reventar. ¿Me decapitaste con
el precio de la entrada y no inluiste ni una consumicióno? Ok, entonces,
por lo menos, no me trates como ganado… No sé, quizás dieron muchas entradas de
regalo. Quizás pecaron de codicia. Quizás estoy viejo e intolerante. Quizás, a
la hora de hacer el cálculo, no tuvieron en cuenta que nuestras panzas y tetas
ocupan más espacio que en los 80. Lo cierto fue que estuve toda la noche braceando
en un mar de gente, pidiendo permiso, pasando mi traspiración por la
transpiración ajena y, muchas veces, empujando como en el subte a la hora pico.
Si ir de un lado a otro era complicado, quedarse en un mismo lugar, bailando, era imposible.
En un momento,
junto a mis amigos encontramos un lugar libre para bailar, pero cerca nuestro
aparecieron unos tipos con trajes luminosos de robot, disparando unas pistolas
láser desde arriba de sancos, y todos se le fueron encima a sacar fotos. No
pueden ser tan pelotudos, quise gritarles con odio, pero no pude porque me
sentí más pelotudo que ellos.
¿Edades? La
mayoría de treinta y cuarenta, algunos veinteañeros y unos pocos de más de cincuenta.
“Basta de todo” lo
escuché cinco o seis veces en mi vida, y quizá por eso no terminé de entender el
fenómeno. Los miembros del programa tomaban el micrófono y se presentaban unos
a otros como si fueran una banda de rock. Lo más loco era que la gente
aplaudía, gritaba y se abalanzaba como si fueran los Stones. Matías Martin, Jagger.
Cabito, Keith Richards… y así. La mayoría del tiempo, creo, lo hacían como
joda, conscientes de la parodia, pero a veces el rockstar se los comía.
Los tipos
estaban un par de metros arriba del nivel de la masa, dentro de una inmensa
cabina de disc jockey. Desde allí arengaban, hacían morisquetas y la gente
deliraba y se agolpaba como en la primera fila de un recital. Si Diego Ripoll,
o algún otro, decía algo, la música pasaba a tercer plano. Aunque estuviera
sonando un temazo, todos entraban en estado hipnótico. Lo mismo cuando arriba, desde
alguno de los balcones VIP, se asomaba alguna celebridad: ¿Charly García? Frío ¿Messi?
Muy frío ¿El Papa? No, Andy Kusnetzoff.
En otro momento,
hubo una especie de llamado a licitación para besar a Rafa (según me
explicaron, el columnista/personaje cómico del programa gracias a la falta de
algún que otro jugador). Una rubia levantó la mano, subió al estrado, le metió
la lengua hasta el esófago y después lo abrazó como si estuvieran por casarse… Una locura. Algún día
espero entenderla, o sentirla. Por lo pronto, ya me puse a escuchar el programa
y, apenas tenga la oportunidad, voy a llamar para participar de alguna consigna
y darme a conocer: quizás el Rafa está por renunciar…
MV
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