martes, febrero 10, 2015

Perder la Onda



En enero se cumplió un nuevo aniversario del día en que supe que había perdido la onda. Me acuerdo perfecto: estaba con Kary en la playa, tomando sol. Ya nos habíamos acostumbrado a que los tarjeteros de los boliches nos miraran y siguieran de largo, y era un placer. Pero esa tarde se acercó uno. Se puso de cuclillas y, mientras esgrimía dos tarjetas, largó el speech:
–Chicos, acá les dejo invitaciones. Esta noche toca Alelacruá en…
Yo lo escuché así, rápido, todo junto, y como no conocía a la “banda”, sin querer lo interrumpí:
–¿Qué música tocan?
Lo dije sin ironía, con verdadero interés, dejando fluir mi veta de pelotudo y experto musical.
El pibe me miró fijo y enseguida lo diagnostiqué; tenía 70% de aburrimiento, 10% de indignación y el resto era cansancio provocado por preguntas idiotas no formuladas por admiradoras bonitas.
–Ale Lacroix es diyei –me dijo cortante, poniéndose de pie, casi sin que se le moviera la cara.
Cuando me repitió el nombre, algo se destrabó en mi cabeza y supe que me hablaba de un ex modelo y ex presentador de videos (¡VJ!) de MTV… pero ya era tarde.
Tarde porque la música electrónica no me parecía música, sino ruidos, y porque los DJ eran Disc Jockeys, y los Disc Jockeys pasaban música y no la tocaban (Pappo´s doctrina). Tarde porque para mí, la música bailable había alcanzado el punto caramelo catorce años antes, en 1989, con Depeche, New Order, Camouflage y algunos otros. Tarde porque el tarjetero se había ido con nuestras tarjetas, y porque Kary se cagaba de la risa, amenazándome con contárselo a mis amigos, a los más enojados, a los que vivían jurándome que yo era un fósil, que mi cultura no era retro sino retrógrada, y que no había vuelta atrás.