martes, julio 27, 2010

Derrumbe



Lo admito: durante años estuve tratando de no crecer. Es increíble el esfuerzo que hice. Y es increíble cómo, indirectamente, herí a quienes trataban de ayudarme. Para mí, todo lo que tenía que ver con madurar, era decadencia. Todo lo que se parecía a crecer, era traición. Y todo lo que implicaba compromiso, era resignar lo único valioso, la libertad.
Cada amigo que se casaba, era un amigo devorado. Cada amigo devorado era la sombra, el bosquejo de lo que había sido. El Sistema, con su educación, sus empleos, sus esposas y sus mandatos, era un Pacman, y no perdonaba. Se tragaba vidas enteras, y cada amigo que se consagraba al trabajo y la familia, era un amigo que marchaba hacia la más absurda de las guerras.
Pero la vida, el destino o lo que sea, luego de una tregua se encargó de llevarme de las orejas a mi lugar. Todo lo que había temido, y esquivado, me lo puso en las narices, justo cuando iba a toda velocidad.
En estos últimos años, me tocó la primera fila de una película que no pensaba ni espiar. Si me preguntan, es cierto, quedé un poco afectado. Eso cualquier nieto de Freud lo sabe. Pero yo también sé que valió la pena: en medio de toda esa locura, por primera vez sentí que de verdad ayudaba a alguien… y tratando de ayudar, me salvé yo.
MV

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